domingo, 12 de diciembre de 2010

en otra

Y esto era un motivo de festejar, de emborracharse, porque por fin había tenido una razón por la cual sonreír. Entonces salí casi saltando por ahí y me metí en el primer bar que había en esa ciudad. El barsito ese era muy pobre, estilo yankee pero de los viejos, miro todo con sumo cuidado me siento en una de las tres mesas que había, en una de esas estaba un señor que estaba medio ebrio y por su mirada me di cuenta que era el borracho local de ese bar, que me miraba como marcando territorio. Yo reconocí esa mirada porque es la cual hacemos cuando queremos demostrar este es mi lugar que haces acá o esta es mi novia porque la miras?, el me quería demostrar que venia hace varios años, que iba ahí con razones de felicidad o tristeza, hasta note que alguna veces iba sin razones solo porque le gustaba sentarse ahí y mirar la gente que pasaba por una pequeña ventanita que tenia el bar. Mientras lo analizaba al señor este me di cuenta que el señor que estaba sentado en la caja cuando entre me estaba preguntando que iba a consumir, y por su cara parece que estuvo ahí preguntándomelo por mas de diez minuto. Lo pienso y le digo con alegría “tráeme lo más caro que tengas para beber que esta noche es para festejar” el tipo me mira con cara de “ándate por favor” pero en vez de decirlo me contestó “¿le traigo hielo?” yo con la cabeza le afirme y le dije “si por favor”. Espere como media hora y me dí cuenta que no me habían traído lo que pedí, no le doy bola y sigo pensando como diez minuto más antes que me empiece a sentir incomodo por la mirada fija del borracho local, al cual dejo de darle importancia también y razono ¿Por qué se demoran tanto si yo no pedí algo para comer? Me levanto y voy para la pequeña cocina ha había. Corro la cortina que separaba la cocina de todo lo demás, cuando por fin puedo ver la cocína, veo al señor que me había atendido tirado en un colchón, pensé que se había muerto pero no, estaba roncando. Deje de mirarlo, le deje 15 pesos en la caja y saque un vino y un vaso de la heladera. Cuando salgo de la cocina esta vez me siento en la mesa, pero esta vez la mas alejada del señor. Dejo atrás todo lo que me pasó en este bar y me pongo a festejar, empiezo a pensar las razones de mi felicidad, pero también párese que deje de darle importancia hace rato y me las olvide, pero no importa porque seguía estando feliz. Y estuve por ahí como dos horas mas aguantándome las lagrimas de alegría, y ahí… estuve yo sentado en el lugar menos indicado rodeado de personas que no tenían rastros de vidas, rodeados de muertos en vida. Por un momento sentí que estaba en una película de terror de esas en las que estas rodeados de seres extraños. Pero no me importaba, esa noche no me importaba mas que yo, mi vino y mi felicidad que hace mucho me la había olvidado bajo el colchón con otras cosas que siguen guardadas como el amor.

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